Las gaviotas han llegado a Madrid. Mario como cada mañana lucha envuelto en su edredón para no quedarse dormido. Es difícil salir de la cama cuando la temperatura del piso marca 7 u 8 grados y Romina con su traje de pelo se ha acurrucado elegantemente entre sus piernas. Pero el despertador no perdona, sigue sonando, Mario, a veces, se lo imagina bailando sobre su cabeza con ese insaciable canto, no hay forma de darle esquinazo por lo menos de lunes a viernes... los sábados aunque descansa, suele poner el despertador a la misma hora que entre semana, cuando suena el despertador lo apaga, lo estampa contra la pared y se da la vuelta para seguir durmiendo, luego cuando se despierta lo mete dentro de una cesta de mimbre con el resto de trozos rotos y el domingo va al rastro y compra uno nuevo...
Mientras Mario se cepilla los dientes, los despertadores rotos se quejan por que se les ha saltado un muelle y piensan en manifestarse pero les da miedo un nuevo ataque, esta vez por parte de Romina que acecha desde la cama.
No hay comentarios:
Publicar un comentario