Alfama

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lunes, 10 de mayo de 2010

33 AÑOS DESPUES

Las Habaneras de mi pueblo siempre me han parecido hortera, aún así, todos los años sigo bajando a la playa para beber un Ron Cremat y ver a todos los que me han visto crecer, que no es poco. Luego sigo bebiendo y recuerdo la roca donde solía sentarse mi abuela, la adopto como si fuera mía y no del paisaje. Huele a humedad, la luna es Naranjito ’82 y mi padre viste un polo a rayas azul y blanco de Háblame del mar marinero. Mi hermano me acerca un porro de realidad anticipada y me vuelve a recordar que me echa de menos. Luego la tristeza de sus ojos arco iris de libertad enclaustrada de la puta Habanera. Y volvemos a beber y a ser libres de los celos y la angustia de los kilómetros que nos separan. Las Habaneras cada vez son peores y el Ron más etílico, en dos horas buscaré algún alma perdida que llevarme a la cama, pero me giro 90º y veo la cara de mi madre como si fuera Chus Lampreave cuando la sacan de quicio.

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