Volver a caminar, levantarse de nuevo y caer tres veces mas, bloqueando a veces las puertas de entrada que por mi ceguera no alcanzo ver. Sigo atravesando muros despierta, no tengo mas remedio que arrancarme las astillas con los dedos, ya tengo callo y duelen menos. Los perros del vecindario siguen ladrando pero lo molesto es el silencio que crece por las noches cuando cierro el balcón. Aun así, mis plantas siguen creciendo, cada día están mas hermosas pues pese a su lento proceso no cesan su lucha por llegar a la barandilla.
A veces pienso en el mar, en el vaivén de la sal y las algas muertas que llegan a la orilla. Desde la playa veo la silueta de la ciudad gris cada vez mas borrosa, casi no la reconozco y tengo que hacer un gran esfuerzo para recordar todos los rincones mágicos que una vez olieron a Nenuco.
Todo cambia incluso las gárgolas de piedra que adornan la catedral, afectadas por la contaminación del ego. Incluso las mujeres que adornaban el Raval han perdido el carmín de sus labios y los hombres sus sombreros. El Mercat esta lleno de frutas exóticas y su precio varía según su procedencia.Pero el mar permanece, cambia segun el viento pero no se rinde, sigue meciendo a los barcos que salen a faenar, tambien a los que siguen en el puerto y los que descansan en el fondo, por eso siempre lo guardo como recurso.
Estoy sentada en mi escritorio desde aqui veo el muro de piedra de un edificio de la calle mayor, el verano seca el cerebro pero los lagartos siguen poniendose al sol.
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